domingo, junio 14, 2015

aprendiendo a vivir...

Se supone que sentimos, se supone que amamos, se supone que no escapamos,
porque nadie puede escapar eternamente y nadie puede aguantar el dolor en soledad,
porque vivir solos, es seguir escapando, guardar silencio es seguir escapando, hacer como que nada pasa mientras todo pasa, es seguir escapando, y el que escapa al final de la historia solo tiene una gran posibilidad, enfrentarse a lo que un día lo hizo correr.

Pero cuando ese día, que sin duda, llega ninguno de los dos son los mismos, el miedo es más grande y poderoso y el que escapa, esta cada día más amedrentado y carcomido por la soledad. Soledad, que al final, solo era una aliada del miedo que vino a embaucarnos y llenarnos el alma de mentiras, mentiras feas, mentiras tontas, mentiras cómo que nadie en el mundo nos va a querer si conoce nuestro verdadero rostro, mentiras cómo que no somos dignos de ser amados, mentiras cómo que no somos dignos de ser perdonados y mucho menos de perdonarnos a nosotros mismos, por escuchar esas mentiras y caer en ese embrujo.

Pero al final del día son solo eso, mentiras que nos tienen atados a un viejo árbol muerto, al cual nos aferramos para impedir que nuestro corazón se rompa en mil pedazos y el dolor no destruya lo poco y nada que el miedo ha dejado de nosotros. Te aferras a este árbol porque todo esto hace que olvides tus ganas innatas de luchar,  te aferras porque eso hace que olvides tus ganas de vivir,  te aferras porque eso hace que olvides algo tan sencillo y complejo como sentir, te aferras porque respirar parece que es lo único que eres capaz de hacer mientras caes en este adormecimiento que da el creer en todas esas mentiras.

Te crees que es así, justo así como debe ser la vida, solo vagando por el dolor y alejándote lo más que puedes del amor, porque el mundo es cruel y nadie puede escapar de eso, pero es mentira.
Porque la vida es eso, pero es mucho más, amamos, nos aman, nos duele y también hacemos daño, pero al final del día sanamos y volvemos a vivir, distintas experiencias, los mismos errores y otros cuantos nuevos, pero no arrancamos, porque, vale todo ese dolor y toda esa pena para que al final del día podamos compartir un abrazo, ser consolado y aprender a consolar, compartir la carga y poder hablar y librarnos de una vez de todo esto.

Se cuan aterrador es sentir, dejar que el dolor fluya y decir los dolores por su nombre, porque es como invocarlos nuevamente, revivirlos y nuevamente sufrirlos, pero es peor seguir corriendo solo, sin compartir la carga y sin saber como detenerse de mentirse uno mismo a la cara. Si no dejas de correr, será una vida solo con ese dolor.

 En cambio, si abres los ojos, veras que por más solos, que creas y sientas que estas, nunca ha sido así, eso fue una mentira más de tus miedos. Respira y deja de apoyar tu dolor en ese árbol frío y muerto... y permítete sentir, permítete mirar y permítete que puedas compartir ese abrazo, que sabes que esta vez es más que solo un abrazo, es hablar sin palabras, es decir, compartir y perdonarte a través de el.
Por eso, solo respira, siente, mira y abraza a quien quieres abrazar y esta ahí para ti, siempre ha estado ahí, porque, jamas lo dudes, siempre va a haber alguien para ti.

martes, junio 09, 2015

y perdí...

Enfrentarse a la derrota no es fácil,
y es de valientes bajar los brazos y asumir,
que no siempre se puede.
Simplemente no puedes huir toda la vida del dolor,
porque sencillamente no hay mal que dure cien años,
porque no hay nadie tan porfiado que lo aguante.
Y yo, ya no aguanto.



jueves, junio 04, 2015

a las palabras pendientes

Dicen que las palabras pasan y son los momentos los que quedan,
pero, ¿qué pasa con aquellas que quedaron pendientes, el adiós inconcluso,
la pregunta latente, el te quiero olvidado y el consuelo inminente?
Esas palabras no pasan, quizás porque no hay momentos que se las lleven, 
se agolpan, y duelen.

Se convierten en un cerro cansado, pesado, en una carga latente, constante, insistente,
que buscan el primer momento, que les recuerde, para huir en una fuga inconsciente, 
navegan cual barco a la deriva por una diatriba a la vida y a la muerte, 
al injusto momento que no llegó, al que con un cansado anhelo esperaron pacientes,
para convertirse de palabras altivas, hermosas, insulsas y latentes, 
en unas melancólicas palabras pendientes

Son estas las que, aparentemente sin sentido, golpean una y otra vez y de alguna extraña manera logran recordarte cada mañana que sientes,  y que aun sigues aquí... vivo.