Con una pataleta de aquellas, es de esos momentos en que mandarías todo a la mierda o tomarías un poco de música y te irías por ahí hasta que todo esto pasara al menos un poco...
Pero no, sigo aquí preguntándome, cuestionándome, inquiriendome a mi misma sin encontrar respuesta, lo que poco a poco me desquicia y me hace sentir cada vez más infantil, tanto que me ahogo en mi propia locura y me dan ganas de gritar.
Gritar y gritar... ¿por qué el mundo no para un rato? no ven que no puedo ni subir ni bajar, me comienzo a entrampar nuevamente y esta vez no se que hacer ni a quien recurrir, por qué a quien le cuentas que te da miedo que un día te dejen de querer, que no te sientes capaz de nada y que por este micro segundo haz perdido toda la confianza que alguna vez pudiste recabar, que dudas de todo, hasta de lo que por las dudas no dudabas.
Son esos miedos infantiles que guardas de bajo de la cama y se transforman poco a poco en un monstruo que da tanto miedo como vergüenza confesar en voz alta y que dejas que solo en los momentos de mayor soledad atosiguen no tan solo tus recuerdos de un extraño pasado, si no también este inestable pero indeleble, irónicamente al mismo y el mismo tiempo, el presente.
Es este presente que me hace pensar que tan solo es un ausente en mi vida, porque la vida no fluye, o al menos yo me siento estancada, y me hace seguir aquí perdiendo el tiempo entre dudas y cuestiones y ya no quiero, pataleta más, pataleta menos... sigo aquí y ya no quiero.
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